Y tu rostro
se apareció ante mi como un reflejo en mi mente,
como un
recuerdo que se materializo en una imagen en la pantalla.
Y vi tu
mirada, tu sonrisa, tu piel…
Y tuve un
viaje instantáneo al pasado, al presente.
Y de pronto
la tristeza se instaló…
Y vinieron
las primeras palabras: las distancias; la cercanía.
Se instalaron
momentos, comidas, caminatas, charlas.
Se arremolinaron
montones de sonrisas, vasos, comidas, cercanías.
Y danzaste,
posaste para mi, me dejaste observarte, y soñé.
Pero la
brisa pasa, sigue de largo, toma su rumbo y nada se lleva consigo .
Las miradas
dejaron de cruzarse, las pieles se alejaron sin llegar a tocarse.
Y los besos…
Los besos
nunca ocuparon su lugar.
Los años se
suceden,
la vida se
sucede,
y los recuerdos
quedan como sueños lejanos.
Como momentos
pasados, nublan la retina, las ideas, los deseos.
Y una
simple pantalla me refleja algo parecido a un recuerdo, pero esos no son mis
besos, ni mis manos.
Esa no es
tu imagen, ni tu piel.
Los años
pasan…