Ya no trato de entender, ni de buscar respuestas, vivir el día a día como tal es suficiente trabajo, más energía no tiene sentido.
Pero detrás de todo eso estoy yo, intentando darme cuenta, tratando de aprenderme y aprehenderme, buscando ser significante y no significado.
Por momentos todo se desploma, la carga supera mucho de lo que quisiera, pero una parte mía no toma demasiada conciencia o en verdad es totalmente consciente de la situación.
Todo se fue vaciando, mi casa, mis bolsillos, mi corazón, mi estomago...
Y así me encuentro, sin nada ante un mundo que solo sabe reclamar, que siempre esta queriendo algo mas por el menor costo posible, creyendo que solamente me hace un favor o entendiendo bien que no soy yo justamente el beneficiario de mis aciertos.
Me entrego, me vacío, me desprendo y me dejo llevar.
Una parte de mi se siente ingenua y las otras partes discuten sobre que realmente soy.
No hay tiempos, ni espacios, nada que prometer ni para predecir. No justifico tiempos ni momentos, no hago ni deshago, solamente actúo como el día o el momento me permite.
Trato de ser sereno y una oleada de furia crece en algún lugar, ni cerca ni lejos, allí donde se encuentra mi ser. Se revuelca, retuerce, incinera y florece, todo en el mismo instante.
Soy concomitante en mi existir y allí me lleva mi camino, a vivir mi vida toda al mismo tiempo.
La esperanza sigue creciendo, pero se anida cada día en algo diferente, ya no hay un proceso establecido, no hay una guía ni camino, todo sucede y allí esta.
No hay manos ni caricias, los besos justos y necesarios, casi protocolares; pero nada mas.
En un presente lleno de ausencias me elevo para observarme solitario, ermitaño, lejano y tosco.
Y disfrazo mi camino de certezas, colmado de luces y señales, pero en mi despertar, la tierra no existe y espera de mi para volver a ser.
Y desde mis ruinas renazco y desde mi increíble evolución, vuelvo a ser una ameba, y me dejo llevar...
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